lundi 5 avril 2010

El otro Borges: Alonso Quijano

I. El otro Borges: Alonso Quijano

I.1. La quijotización de Borges

Analizar la figura de Jorge Luis Borges independientemente de la literatura, el mundo de los libros y la biblioteca, sería un ejercicio vano e injusto. Dejar de lado su faceta literaria y centrarnos en los sucesos que le ocurrieron en su vida la podríamos considerar una marginación, otra más a la que llevaron a cabo el señor Cisneros y otros de su dogma.
Borges es sinónimo de literato, no de cualquier literato. Borges es un minero que penetró en los temas más misteriosos del ser humano como la muerte, la eternidad, la duración del infierno o el paraíso.
Borges es la metáfora del hombre en busca de los hombres que son al fin y al cabo el espejo de un solo hombre y la suma de ellos. Entre los hombres, está el Hombre en que nos miramos todos. Todos somos el infinito y cíclico sueño del Hombre. Todos somos aquel Hombre. El Hombre designado con diferentes e incontables nombres, nombres de distintas lenguas y culturas que festejan y conmemoran la muerte y la memoria viva del Hombre. El Hombre es el principio y también el fin de los hombres. Borges es uno de esos hombres. Borges es un hombre buscador de sus semejantes quien duda y con su duda hace dudar a los que no dudan. Borges es Borges.
Borges nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires. Creció en un hogar reinado por el bilingüismo ya que su abuela materna era inglesa y en Argentina se imponía hablar el castellano para que los europeos se integraran en la sociedad bonaerense.
Los antecedentes literarios de Borges los tuvo a una edad bastante precoz. Borges había dicho a su padre que quería ser escritor teniendo sólo 6 años aunque también con la voluntad de éste: “Mi padre hubiera querido ser escritor y no pudo […] yo iba a cumplir ese destino que le había sido negado”.
A los siete años, Borges escribió en inglés un resumen de la mitología griega. A los ocho, inspirado en un episodio del Quijote (que había leído en inglés), escribió La visera fatal. Y a los nueves años, traduciría del inglés a un castellano contemporáneo El príncipe feliz de Oscar Wilde.
Lo importante no es lo que escribió este Borges aún a los nueve años, sino lo que leyó para poder escribir en forma de narración su manera de criticar una obra.
Durante la Primera Guerra Mundial, Borges estudiaba su ciclo secundario en Ginebra donde frecuentó la lectura de los autores franceses, sobre todo, Hugo y Verlaine.
De regreso a Buenos Aires, después de su estancia en España y haber conocido al que sería su maestro por toda la vida, Rafael Cansinos-Asséns y adoptar el Ultraísmo en sus poemas, Borges inauguraría lo que sería el “Boom Borges” con su primer libro Fervor de Buenos Aires en 1923. Con este poemario, Borges se dio a conocer, sobre todo, entre los jóvenes que en él verían el nacimiento de un nuevo poeta.
Fervor de Buenos Aires resume los sentimientos que afloraron en el pecho de Borges cuando volvió a pisar su Argentina. Borges muestra su fervor lejos del patriotismo militar de los argentinos de los cuales uno fue su abuelo Francisco Borges:
Alto lo dejo en su épico universo
y casi no tocado por el verso.

En los años treinta, Borges se convierte en un escritor criollista, sintiendo su argentinidad, aunque a su manera. En esta época, leería el Martín Fierro de José Hernández y se convertiría en un enamoradizo de la poesía gauchesca y la narrativa regionalista argentina como Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes y Facundo de Faustino Sarmiento.
Con la muerte de su padre en 1938, Borges empezó a metamorfosearse. Meses después, en el mismo año, sufriría un accidente que casi le iba a costar la vida.
Cuando hemos elegido el titulo “La quijotización de Borges” no le hemos puesto a Borges una armas antiguas, un acartonado “pingo” y unas justificables y justificadas razones para salir al mundo derrotando injusticias y quebrantando lo inquebrantable. Borges era un hombre de letras:
Déjame, espada, usar contigo el arte;
yo, que no he merecido manejarte.

Monegal dice en Borges: una biografía literaria, en “El nacimiento de Borges” (p.389-97), que se empezó a ver a otro Borges tras su ceguera que venía arrastrando años atrás, a partir de 1955.
Nosotros, en cambio, negamos tal hecho. La palabra “nacimiento” significa la aparición de alguien o algo por primera vez aunque con la voluntad del Supremo. Más que un nacimiento, fue una quijotización; es decir, Borges se convirtió en lo que quería ser.
Sin embargo, la auténtica metamorfosis de Borges ocurrió a finales de 1938 cuando sufrió un aparatoso accidente subiendo unas escaleras.
Borges, a raíz de este desafortunado accidente, se convirtió en un escritor de cuentos y relatos fantásticos:
Tras el accidente Borges pasó a ser un escritor diferente, […], procuró hacer algo que no había hecho realmente antes […]. Literalmente se había quitado la máscara.

Borges incluso llegó a literaturizar aquel suceso en “El sur” perteneciente al libro Artificios incluido en Ficciones.
En “El sur” (p.205-16), el narrador nos cuenta que Juan Dahlmann, una tarde en los últimos días de febrero de 1939, había sido hospitalizado por un golpe que se había dado en la cabeza con una ventana abierta cuando subía las escaleras para recibir el libro de Las Mil y una noches que le habían mandado:
Dahlmann […] subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente […]. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó de cerrar le había hecho esa herida.

Este suceso le dejará convaleciente y lejos de su mundo “racional”.
Juan Dahlmann llegará a maldecirse y lamentar el estado en que se hallaría:
[…] el sabor de todas las cosas era atroz […].
[…]
Se despertó con náuseas, vendado, en una celda que tenía algo de pozo, y en los días y noches que siguieron a la operación pudo entender que había estado, hasta entonces, en un arrabal del infierno.
[…]
En esos días, Dahlmann minuciosamente se odió; odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara.

Juan Dahlmann recordará el libro de Las Mil y una noches que le transportará a otra realidad, a otra ficción, una realidad híper-ficcional que le introducirá en una pelea de la antigua usanza gaucha. El momento en que Juan Dahlmann es atacado por el adversario con un puñal, se despierta con la realidad de la aguja en su brazo.
Borges, en este fragmento, homenajea a Kafka, evocando la tragedia de Gregorio Samsa; y a Fuentes, solidarizándose con la agonía de Artemio Cruz.
Como mencionábamos anteriormente, Borges había escrito este cuento a raíz del suceso que le aconteció en 1938. Casi todo lo narrado es veraz. Juan Dahlmann es en suma Borges. La alusión a Las Mil y una noches es en resumen la nueva literatura que inauguraría Borges: La literatura fantástica (“El sur” es un cuento fantástico). La oscuridad es la ceguera que venía padeciendo.
No obstante, apreciamos una maestra ironía cuando en el pasaje final menciona la pelea y el mundo de los gauchos, dejando entrever el destino bélico que le fue vedado y que admiró en la manera de morir de su abuelo, el coronel Francisco Borges:
Lo dejo en el caballo, en esa hora
crepuscular en que buscó la muerte;
que de todas las horas de su suerte
ésta perdure, amarga y vencedora.

En “El otro” (p.07-19), perteneciente a El libro de arena, hallamos un curioso diálogo entre un profesor de unos 70 años que estaba descansando en un banco frente a un río, y de repente ante él divisa a alguien que al parecer es él, es él cuando era joven. Entre ellos surge un intercambio de palabras.
El anciano regresará en busca de su tiempo perdido cuando el joven le irá contando su vida. El anciano le profetizará algunos sucesos que le acaecerá a aquel joven cuando el anciano irá contando asimismo su vida.
Sin embargo, el joven desmentirá algunos datos y juicios que le proporcionará el anciano. El anciano descubre que aquel joven por el que sentía afecto y simpatía no es el joven que él había sido; y por lo consiguiente, el joven no será nunca el anciano que está ante él, no se sentará en un banco donde él está sentado ni tampoco dialogará de la misma manera con la está dialogando ahora el anciano. Los dos son tan semejantes y tan diferentes. Los dos son aparentemente semejantes y diferentes: “El hombre de ayer no es el hombre de hoy”. Borges entendió que no podían entenderse aquellos dos Borges.
Borges elaboró un desdoblamiento en su persona, a través de su imagen y su “anti-imagen” realizó la fórmula del otro: “Mi deber era conseguir que los interlocutores fueran lo bastante distintos para ser dos y lo bastante parecidos para ser uno”.
Borges nos recuerda a Cervantes en el prólogo de la primera parte del Quijote cuando se refiere al amigo que le rindió visita; pero, Borges es más intimista y subjetivo. Se aprecia, incluso, a un Borges renegado de sí mismo, del Borges que era y que es el resultado del Borges que es.
Borges trataba ambiciosa e inútilmente de no ser Borges, de no ser él (de ser otro). No obstante, percibimos como una especie de reconciliación entre Borges y aquel joven, una sumisión al anciano Borges, a Borges. Se evoca la metamorfosis de Gregorio Samsa cuando se desdobla en otro Borges.
El joven Borges es el espejo, un espejo en el que Borges se mira y se estrella.
En El hacedor (obra de verso y prosa), en cambio, vemos desplegadas aún más sus técnicas, artificios y artimañas.
En “Borges y yo” (p.61-62), por ejemplo, apreciamos la inclusión de Borges como personaje en el texto literario. Borges hace que su personaje (él mismo) se desdoble en dos personajes parecidos a “El otro” en El libro de arena.
La escisión borgiana se manifiesta como enmascaramiento de su yo y como intención de confundir al lector, no de aclarar o compartir sus dudas.
Borges, en este poema, evoca así a Whitman (al que leía bastante), sobre todo, en el tema de la conjugación del escritor en autor, personaje y lector del texto literario.
Citaremos estos versos del poeta norteamericano (Walt Whitman) en su ingenioso poemario, Hojas de hierba, para argumentar dicha multiplicación:
Me celebro a mí mismo,
y cuando asumo tú lo asumirás,
porque cada átomo que me pertenece, te pertenece también a ti.

Si Cervantes empleaba la técnica de la polionomasia en el Quijote (Quijana, Quesada, Quejana, Alonso Quijano, Don Quijote/ Dulcinea, Aldonza Lorenzo/ Fritón, Festón, Muñatón/ Sancho Panza, Sancho Zancas…) e incluir a Benengeli en la supuesta autoría del original. Borges llevaría a cabo el desdoblamiento de su yo en un Borges que escribe y que es asimismo el personaje del texto literario y otro que es el otro, su alter-ego.
El texto termina con la famosa y ambigua frase: “No sé cuál de los dos escribe esta página”.
El mismo desdoblamiento hallamos en “Poema de los dones” (p.63-65) cuando leemos:
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?

Después, al final del poema, Borges juega a ser Groussac, o más bien, el otro que menciona Borges juega a ser (es) Groussac:
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.

Borges, jugando a ser otros en los que veía su reflejo, despojándose de su identidad, incluyéndose como protagonista de su misma producción literaria, llegó a teatralizar su singular mundo onírico de metamorfosis y duplicaciones que al fin y al cabo fue el sueño de uno que habitará la memoria de todos y de cada uno de nosotros y de ustedes.


I.2. El onírico Oriente de Borges

En “Historia de los dos que soñaron” (p.115-117) perteneciente al libro Historia universal de la infamia, se narra la historia de un hombre de El Cairo que había soñado a otro hombre que le decía que fuera a Isfahán donde hallaría una fortuna.
El hombre hace caso y emprende su viaje donde llega cansado cayendo rendido al sueño junto al patio de una mezquita. Los guardias acuden porque unos ladrones han atravesado la mezquita y se llevan al hombre de El Cairo.
El capitán lo interroga y se sorprende por las razones que le da el hombre del Cairo acerca de la causalidad de su viaje.
El capitán le dice que él también había soñado “una casa en la ciudad de El Cairo en cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro” y le paga su viaje de vuelta.
El hombre de El Cairo, estupefacto, reconoce en el sueño del capitán su propia casa y debajo de la fuente de su jardín encuentra, efectivamente, el tesoro.
Creemos que este sueño dentro de otro debió de llamarse “Historia de los dos que se soñaron” en vez de “Historia de los dos que soñaron” porque los dos hombres (el hombre de El Cairo y el capitán) se sueñan a sí mismos dentro del sueño del otro. Cada uno es espejo en la mirada del otro.
En “Los dos reyes y los dos laberintos” (p.157-58), en El Aleph, Borges cuenta que un rey de Babilonia hizo penetrar a un rey de Arabia (cuando éste vino a su corte) en un laberinto (construido por arquitectos y magos según las órdenes del rey de Babilonia) donde se perdió hasta llegada la tarde. El rey árabe pide ayuda
a Dios y da por fin con la puerta.
El rey de Arabia, colérico, jura venganza y arrasa toda Babilonia con sus castillos y sus gentes, tomando como rehén al rey de Babilonia.
El rey de Arabia, cumpliendo su promesa, lo abandona en el desierto donde moriría de sed y hambre:
¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso.

No obstante, existe una antagónica versión acerca de la supuesta muerte del rey de Babilonia.
En el libro El hacedor, en el poema “Los Borges” cuyos dos versos últimos dicen lo siguiente:
[…] el rey que en el místico desierto
se perdió y el que jura que no ha muerto.

se deja entrever que aquel rey de Babilonia no murió en el desierto y se desconoce todavía donde está.
Una prueba puede apoyar nuestra justificación y es que El Aleph vio la luz en 1949 y El hacedor en 1960; es decir, el rey al que hace mención Borges en el penúltimo verso de “Los Borges” es aquel rey de Babilonia quien fue arrojado al desierto.

Acerca del cuento “los dos reyes y los dos laberintos”. Agheana afirma que:
El rey de Babilonia, intentando construir el marco conceptual que consiga la confusión y la maravilla, cree aproximarse a Dios, ser como Dios. […]. Al confundir a los hombres (el rey de Arabia) quiere confundirse con Dios.

El hecho de que Borges (disfrazado del rey de Arabia) haya castigado al rey de Babilonia con la muerte en El Aleph y más tarde con la perdición en El hacedor deja claro que Borges, asimismo, se iguala, o, cree igualarse, con Dios (hablando del castigo).

I.3. Borges y el héroe cervantino

Si el Quijote resume la interpretación cervantina de los libros de caballería y simboliza la crítica y la reestructuración de los mismos, la producción literaria (creativa y crítica) de Borges sintetiza la enorme labor borgiana de la lectura y la reescritura de las obras literarias.
Cervantes reiteraba, a diestra y siniestra, que había escrito el Quijote para sepultar el mundo de la caballería. Sin embargo, en el primer capítulo nos encontramos con Alonso Quijano anclado en el aún vivo recuerdo de esos libros. Alonso Quijano se oponía al destino que Cervantes deseaba para esos libros.
Cervantes, paradójicamente, hacía renacer la orden caballeresca cada vez que Alonso Quijano jugaba a ser otro. Fueron tantas las veces que jugó el papel de otros hasta que el destino hizo que Don Quijote se fundiera en su ser y viceversa. Don Quijote encarnaría así la última generación del caballero andante y llevaría a cabo la postrera misión cervantina.
Pasaron casi tres siglos, y el sueño de Cervantes lo heredaría un escritor argentino del siglo XX.
Borges creó su universo en la biblioteca de su padre cuando aún era niño y “su hermana Norah lo recuerda siempre leyendo, tirado en el suelo boca abajo”.
Borges en una biblioteca se parecía a un niño frente a los dibujos animados. La biblioteca iluminaba a Borges, le proporcionaba cobijo y manutención espirituales y existenciales. La biblioteca era un asilo para el exilado Borges. Borges era Borges estando en la biblioteca y fuera de ella se convertía en ella. Borges era una biblioteca andante y aventurera.
Precisamente fue la biblioteca que lo dejó ciego. Para Borges era una tragicomedia empírea que otorgándole el amor que le tenía a los libros se le quedó con su vista:
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
[…]
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que solo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
[…]

En los primeros versos, vemos a un Borges sumiso a la voluntad de Dios, no se rebela ante el Creador, se somete a su Grandeza como si de un personaje literario se tratase.
Borges, el “guerrero” Borges, así dibujaba su mundo, un mundo laureado de galerías e infinitos manuscritos. No obstante, el campo de batalla le era prohibido pisar, le causaba temor y cobardía. En este caso no fue la manquedad que le impidió compartir el destino de su abuelo, sino que batallaba ante la benévola brujería de los libros, en su mayúscula voluntad cabalgaba e iba conquistando los cenizos libros que él se ocuparía de sublimar.
Borges amaba también la caballería, pero la de Buenos Aires:
A Borges siempre le interesó y le inquietó el tema de las armas; en algún momento de su obra señala incluso la admiración que en todo momento sintió por los hombres de armas […] los gauchos, los cuchilleros del arrabal […].

Borges incluyó ese mundo gauchesco en “El sur” cuando a la hora en que iban a meterle una aguja en el brazo, imaginaba una pelea de cuchilleros de los cuales uno era él. Borges jugaba a ser gaucho, soñaba que era Francisco Borges.
En “El sur”, por ejemplo, nos permite apreciar cómo admiró Las Mil y una noches y cómo la lectura de dicha obra había sido decisiva para que se olvidara (aunque fuera por un instante fugaz) de su convalecencia. La memoria de Borges y el recuerdo de la lectura de las obras opacaban su ceguera. Borges era Borges gracias a los libros. Fue forjado por las obras que leyó el otro Borges, el Borges que soñaba ser su padre.
Borges no cesaba de vivificar sus épocas de vívida lectura. La inclusión de los libros en “El sur” demuestra la capacidad que tenía a la hora de criticar una obra elaborando una creación literaria. En muchas de sus narraciones fantásticas, jugaba una y otra vez a ser Avellaneda; es decir, mixtificaba los sucesos, cambiaba los verdaderos datos de una obra leída, confundiendo al lector para que éste intervenga a su vez en la labor de la reedificación del texto y así hasta el infinito.
Quién iba a decir que Borges iba a convertirse en otro personaje cervantino. Quién iba a decir que Cervantes, después de tres siglos, iba a reclutar a otro personaje e incluirlo en su Quijote. Cervantes no solamente consiguió que Alonso Quijano soñara con ser Don Quijote, sino que todos, al leer la historia, estuviéramos jugando a ser Alonso Quijano.
Cada vez que uno abrir un libro, cada uno al estar acorralado por los pasajes de una obra, se convierte en Alonso Quijano.
Quién iba a decir que Alonso Quijano, el verdadero héroe cervantino, iba a ser en realidad, el escritor argentino Jorge Luis Borges.

1 commentaire:

  1. Tesis que iba a ser presentada en la Universidad Autónoma de Puebla (México), elegida por unanimidad por el Comité Organizador de la XIV Reunión Internacional de Investigadores en Ciencias Sociales y Humanidades La Frontera: Una nueva concepción cultural.

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