En etapa semi-embrión
Hoy, yéndome a mi abismo, a la comunión ante los ojos de nadie.
Ante mí, las casas, con sus legendarios miembros, tan cansadas como yo.
De los árboles se derramaban gorjeos y misericordia por donde caminaba,
por donde, hoy, todavía, camino.
Desfilaba un ejército de animales que reivindicaban su presencia, su yo estoy entonces yo existo.
Al trote, como un caballo acartonado, inhóspito, de papel, seguía yendo, cumpliendo con los rituales.
Los coches esquiaban desapercibidos, tímidos como hormigas y se escapaban entre la tiniebla.
Alguien me había parado por el camino, preguntándome por la hora; no obstante, no pude interpretar esos mundos.
Nadie lograba dar con la mitología que conducía a mí ni a mi cosmogónico pseudo-alter ego.
De repente, petrificado como Apolo vi un reflejo de un retrato ante el espejo que decía saber de mí y nos pusimos a conversar.
Llegamos a la conclusión de que estaba tan cansado y empezaba a delirar.
Me propuso ocupar mi lugar.
(Yo creo que seguirá esperando mi respuesta mientras continúe vigente la tradición.)
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