Seguramente hay una opuesta andadura de la figura femenina: la historia y la literatura.
Empezando por la historia, recordamos a la mujer como un objeto mercantil, algo que se heredaba cuando su marido moría. En la comunidad árabe preislámica, el padre cuando se le nacía una niña, pues la enterraba viva, era una maldición en esa época: una deshonra. Curiosamente, la deshonra de la violación de la hija del gobernador de Ceuta, había provocado la entrada de los "mauros tingitanos" a Hispania. La compañera de Moctezuma provocó la caída del imperio azteca y es llamada por Paz "La Malinche" (llamar a alguien "hijo de la malinche" es sinónimo a lo que llamamos hoy hijo de p--a). La Malinche hoy en día, curiosamente, es "la Virgen de Guadalupe".
La literatura se ha ocupado de realizar una especie de reconciliación con la imagen femenina, un lavado de imagen. Todos los poetas románticos se han empleado a fondo en endiosar las cualidades de la mujer que en la historia había provocado la más que cuestionada "caza de brujas". Recordemos al Sultán Shahrayar que veía en todas las mujeres la imagen de aquella mujer infiel, Sherazade rescataría de esa sanguinaria costumbre a las demás mujeres del Imperio.
Recuerdo a Dulcinea del Toboso, la imagen de aquella cuidadora de puercos llamada Aldonza Lorenzo, esa aldeana torpe y vulgar que en los ojos de Don Quijote era la sin par Dulcinea del Toboso, la Emperatriz de Trepisonda según Benengeli.
Hoy, la mujer, con las estadísticas de los anti-machistas, las campañas políticas se han vuelto harto feministas.
Tendremos que esperar milenios para ver a mujeres endiosando la imagen del hombre (desconozco el adjetivo que deriva del macho y no sea "machista"; es decir, opresor de la imagen de la mujer).
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