Una vez leí en un libro: “yo soy yo y mi circunstancia”, enseguida me entró un temblor que no se registraba en ninguna ciudad. Pensar, desde que era un niño, que tenía que salir a jugar para no sentirme solo, moribundo, abandonado a la intemperie, me causó esa terrible conmoción. También pensé que tal vez sería un juego literario o algo relacionado con la Literatura ya que “et tout le reste est littérature” como dijo una vez Verlaine.
Debo de haberme vuelto loco; mi madre, que siempre se preocupaba por mí, terminó por abandonarme, otra razón para sentirme solo, otro homenaje para el conflicto de personalidad.
Esa frase una y otra vez rondaba mi cabeza, me hacía sentir como si me estuvieran observando, como si vigilaran todos mis pasos, mis actos; y lo que es peor, llegué a pensar que no tenía que pensar porque también lo registraban. Todo estaba registrado en el contestador automático.
Rechacé todo tipo de ayuda familiar, psicológica y humanitaria. Me volví el tema de actualidad, Salí en tantas portadas de periódicos. Páginas de facebook y twitter me mandaban mensajes de apoyo; pero, no me legaba la señal de internet porque no tenía ordenador ni sabía leer. Rehusé aviones medicalizados y mujeres del viejo oficio. Debo reconocer que no soy un tipo fácil aunque me hayan tachado de cachondo o ególatra en los medios de comunicación.
Mi única afición que tenía, y tengo, es la lectura (a pesar de haber dicho que era un iletrado), es algo anormal en nuestra sociedad actual; pero, así lo dictaminó mi “circunstancia”.
He llegado a la palabra clave: “circunstancia”. Me he dado cuenta de que para entender mi entorno geográfico, social y metafísico, debía conocer lo que estaba junto a mí, formando la otra cara de la moneda. Empezaba a buscar en los diccionarios y encontraba todo tipo de divagaciones, de que si era esto, eso o aquello. La explicación que más me convencía y me convenció era/fue que la circunstancia era el mundo que nos rodea.
Ahora que ya entiendo lo que significa la palabra “circunstancia”, es menester conocer los límites de la misma, la fuerza que rige tal fenómeno. Si la circunstancia es el mundo, nuestro mundo, debe haber un principio: una Historia.
Como dije antes, todo queda registrado, estampado en aquel contestador automático llamado “Historia”.
La Historia es nuestro pasado y nuestro destino. Nuestro impulso por conocer nuestra historia, o el origen de nuestra existencia, certifica nuestra dolencia, “el sufrimiento ante la ignorancia”. Nuestra voluntad es tan enorme como nuestra caída, nuestros fracasos son incontables como las ganas que le echamos a la vida a sabiendas que estamos siempre enfrentados (sumisos) a un cíclico fracaso. La voluntad y la firmeza de repetirnos hacen más asequible el acceso al fracaso, a la rutinaria costumbre de levantarnos.
Éstas son las ganas que le echo yo, ésta es mi voluntad de repetirme, de recrearme en este teatro global en que yo soy el decorado y ustedes mis cómplices.
Todo esto que les escribo es fruto de la Historia: esto es Dios, ésta es la significación de la palabra: “circunstancia”.
Y así concluyó de leernos su reflexión, casi siempre con su aire pensativo, Georgie regresó a su pupitre apoyado de su inseparable bastón.
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