¿Qué decir de los que ya perecieron,
los que aún creían (y creemos) en la teofanía ya profana,
con la voz y el órdago
bajo la luz marchita de la luna?
Hoy por fin descansarán las flores que se creían flores,
haciendo de nereida y Orfeo,
y la ráfaga del Céfiro traerá un fénix
que nos abandonará ante el ceniciento hado.
Ya una tarjeta postal vista por nuestros zafios nietos
será esta hermosa milonga,
esta pusilánime perfidia que hará dormir al querube.
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