mercredi 28 avril 2010

Señal apocalíptica

Todos hemos sido convocados de carácter urgente
para aniquilar esta amenaza;
nosotros, los poetas,
atrincherados en nuestros parnasos, nos olvidamos por un día de la palabra
y tomamos las armas.

vendredi 23 avril 2010

Réquiem querúbico

¿Qué decir de los que ya perecieron,
los que aún creían (y creemos) en la teofanía ya profana,
con la voz y el órdago
bajo la luz marchita de la luna?
Hoy por fin descansarán las flores que se creían flores,
haciendo de nereida y Orfeo,
y la ráfaga del Céfiro traerá un fénix
que nos abandonará ante el ceniciento hado.
Ya una tarjeta postal vista por nuestros zafios nietos
será esta hermosa milonga,
esta pusilánime perfidia que hará dormir al querube.

Yo no soy tú pero…

A Walt Whitman


Por ahora la regla es ésta:
Yo no soy tú.
No temas,
no acabarás como Jean Valjean
(en una guillotina)
o como yo
(también),
puedes hacer lo que desees,
puedes leerme o simplemente no hacerlo;
por eso, yo no soy tú.
Yo soy el que escribo y ensayo lo que escribo
(a veces ni lo hago,
como así sale de mi cabeza lo plasmo enseguida,
a veces ni lo ordeno:
entonces soy desordenado, caótico
e hipernervioso,
y dudo que lo seas tú).
Yo soy yo,
imposible que sea tú;
yo soy narciso pero no Narciso (aunque me encantaría
pero no ser una flor como un epitafio,
unos desean ser una flor en vida,
ser Ángelus Silecius y florecer sin porqué,
a él le tocó serlo después,
ahora no sé lo que es
ni lo que será cuando me vaya y no seguir siendo la flor).
Yo soy altivo, arrogante, altanero, vanidoso, egocéntrico, ególatra (ramsesiano
si Menéndez Pidal me permite este neologismo),
yo soy poeta aunque siempre lo niego (nadie entiende el porqué;
lo siento, no soy Góngora
ni soy puto ni gallego);
pero tú, yo no sé lo que eres,
yo no vas a ser.
Sin embargo podemos ser tres:
Yo te leía antes
y decías que eras terco, vanidoso
(¡Qué extraña y heredada casualidad cíclica!
Una ecuación pitagórica),
superficial, astuto, cobarde (segunda casualidad)
y maligno (ahora ya no es una casualidad,
dos pueden ser una casualidad,
le hasard de Cortázar que tan bien hace las cosas como bien dijo;
pero, tres ya es una confirmación de que tú eres yo
o de que yo soy tú
o ambas cosas a la vez).
Cuando alguien me lea ahora
(yo ahora escucho a Mario Frangoulis cantando Vincero perdero /
siempre se pierde algo
pero no sabemos lo que ganamos con ello después
como dijo un teósofo alemán que olvidé su nombre,
espero que Freud me refresque la memoria /
y el alguien que me estará leyendo lo escuchará también)
será altivo, arrogante, altanero, vanidoso, egocéntrico, ególatra…
será yo,
te leerá a ti también
y será terco, vanidoso, superficial, astuto,
cobarde y maligno:
será tú y yo,
seremos tres.
Todos al leer este poema seremos: Walt Whitman.

In memoriam, mon grand père, mon Père

¿Qué es la vida?
Una entrega de un sobre cerrado con un seudónimo
y una pregunta misteriosa:
“¿Quién soy, dónde estoy, adónde voy,
quién son ustedes?
No, por favor, les suplico, solo una noche más,
ahora viene mi hijo del extranjero,
solo una noche más.
Soy aquel hombre que fui. Honesto, humilde, robusto, ambicioso,
luchador y no gasté ni un duro fuera de mi hogar.
He dado de comer a mi mujer (que pronto
caminará el sendero en que estoy atrincherado),
a mis siete hijos y me olvidé de mí mismo.
Nunca les faltó algo ni escuché quejas o quejidos.
Nunca le puse la mano encima a mi mujer ni a mis hijos
a pesar de la educación francesa en que me forjaron.
Bajo mi almohada reposaba el Corán
y en mi garganta La Marseilleise con que ganaba
la simpatía des soldats français.
Era peluquero y a la vez trabajaba como supervisor en
los autobuses para poder mantener a
mi mujer (que con la espalda arqueada me
sigue consolando con su nublada vista como fue la mía)
y a mis siete hijos. El séptimo, el más joven,
viene del extranjero.
Yo soy éste que he sido, yo lo fui, las fotos
lo dicen, mi memoria gris y la de mis hijos
y de mis nietos.
¿Qué es la vida?
Abrir los ojos y decir:
“Una vez, yo he sido yo”.
¡Cuánto daría por poseer una mínima parte de la robustez
que antes tenía ese peluquero, ese supervisor de autobuses,
la robustez de mis hijos que también se va debilitando
por mi culpa y el destino,
la robustez de mis nietos que desconozco ahora el número.
No temas, abuelo, no te preocupes,
yo también estoy en camino y tal vez ni me recuerdes,
ni me veas ni tampoco me divises,
tal vez me confundas con tu hijo que viene del extranjero,
o simplemente me desconozcas,
quedándote en pausa, entre paréntesis, condenado a la abreviatura sigilosa
y yo me quede exilado con el barro con que pintar mi rostro demacrado
en búsqueda de nuevos desafíos
y medallas nunca merecidas.
Esto es la vida:
“Un coronarse inmerecidamente medallas entre un jolgorio de aplausos
de un sinfín de espectros”.

dimanche 18 avril 2010

En busca del Otro

Una vez leí en un libro: “yo soy yo y mi circunstancia”, enseguida me entró un temblor que no se registraba en ninguna ciudad. Pensar, desde que era un niño, que tenía que salir a jugar para no sentirme solo, moribundo, abandonado a la intemperie, me causó esa terrible conmoción. También pensé que tal vez sería un juego literario o algo relacionado con la Literatura ya que “et tout le reste est littérature” como dijo una vez Verlaine.
Debo de haberme vuelto loco; mi madre, que siempre se preocupaba por mí, terminó por abandonarme, otra razón para sentirme solo, otro homenaje para el conflicto de personalidad.
Esa frase una y otra vez rondaba mi cabeza, me hacía sentir como si me estuvieran observando, como si vigilaran todos mis pasos, mis actos; y lo que es peor, llegué a pensar que no tenía que pensar porque también lo registraban. Todo estaba registrado en el contestador automático.
Rechacé todo tipo de ayuda familiar, psicológica y humanitaria. Me volví el tema de actualidad, Salí en tantas portadas de periódicos. Páginas de facebook y twitter me mandaban mensajes de apoyo; pero, no me legaba la señal de internet porque no tenía ordenador ni sabía leer. Rehusé aviones medicalizados y mujeres del viejo oficio. Debo reconocer que no soy un tipo fácil aunque me hayan tachado de cachondo o ególatra en los medios de comunicación.
Mi única afición que tenía, y tengo, es la lectura (a pesar de haber dicho que era un iletrado), es algo anormal en nuestra sociedad actual; pero, así lo dictaminó mi “circunstancia”.
He llegado a la palabra clave: “circunstancia”. Me he dado cuenta de que para entender mi entorno geográfico, social y metafísico, debía conocer lo que estaba junto a mí, formando la otra cara de la moneda. Empezaba a buscar en los diccionarios y encontraba todo tipo de divagaciones, de que si era esto, eso o aquello. La explicación que más me convencía y me convenció era/fue que la circunstancia era el mundo que nos rodea.
Ahora que ya entiendo lo que significa la palabra “circunstancia”, es menester conocer los límites de la misma, la fuerza que rige tal fenómeno. Si la circunstancia es el mundo, nuestro mundo, debe haber un principio: una Historia.
Como dije antes, todo queda registrado, estampado en aquel contestador automático llamado “Historia”.
La Historia es nuestro pasado y nuestro destino. Nuestro impulso por conocer nuestra historia, o el origen de nuestra existencia, certifica nuestra dolencia, “el sufrimiento ante la ignorancia”. Nuestra voluntad es tan enorme como nuestra caída, nuestros fracasos son incontables como las ganas que le echamos a la vida a sabiendas que estamos siempre enfrentados (sumisos) a un cíclico fracaso. La voluntad y la firmeza de repetirnos hacen más asequible el acceso al fracaso, a la rutinaria costumbre de levantarnos.
Éstas son las ganas que le echo yo, ésta es mi voluntad de repetirme, de recrearme en este teatro global en que yo soy el decorado y ustedes mis cómplices.
Todo esto que les escribo es fruto de la Historia: esto es Dios, ésta es la significación de la palabra: “circunstancia”.
Y así concluyó de leernos su reflexión, casi siempre con su aire pensativo, Georgie regresó a su pupitre apoyado de su inseparable bastón.

La traición


Antes, en la Antigüedad, los traductores traicionaron el idioma originario de un altivo y juntos destruyeron el Irak. La Historia es aquella voz que languidece en el infinito desierto y el Irak sigue ahogándose entre traductores por doquier. Dios no traiciona a nadie porque habla el mismo idioma, como yo; porque es humilde y honesto, tan diferente a mí.

vendredi 9 avril 2010

En busca de ti (pensándote)

En busca de ti (pensándote)



No quiero pensar en ti para no sentirte lejos,
distante,
ajena,
indiferente:
como los demás;
equidistantes,
esporádicos,
inéditos:
como nuestros miedos;
diarero de versos,
cartero de Neruda,
versículo de Whitman:
como letanías;
retazo,
retención,
resurrección:
como tu recuerdo en mí.
Quiero pensar en ti cuando tu garganta,
esponjosa,
rebelde,
tórrida:
esté en mis antepasados (anclada);
tembloroso,
torvo,
inocente:
como un orgasmo;
pensaré ahí, tal vez, que tu pensaste en mí;
y seremos dos,
ilusionados,
gentiles,
impuros (tal vez):
en busca de ese pensamiento,
clandestino,
íntimo,
común.

mercredi 7 avril 2010

Vers le monde aveugle

Plusieurs mois habitent le moi,
je me multiple comme un motel de 3 francs,
comme une saleté à l'aube.
Là-bas, Rimbaud me salue avec un bonjours, mon enfant,
et il me laisse quelques mots sur la tasse du café imbuvable.
Je prends ce pourboire avec méfiance
et je cours avant que l'horloge meure.
L'embouteillage provoque le déclin de cet horloge
et alors je me suis au cimetière;
en cherchant autres mots, je suis aveugle;
Je m'appelles Jorge Luis Borges.

lundi 5 avril 2010

"Diptongo e hiato" o "diptongo y hiato"?

Como todos sabemos, la conjunción copulativa "y" se convierte en "e" cuando antecede una palabra que empieza con una "i--" o con "hi--" como por ejemplo: "mono e iguana" o "padre e hijo"
No obstante, en el ejemplo de "diptongo" y "hiato" hay un problema. Como dictamina la regla de la Gramática hay que poner lo siguiente: "Diptongo e hiato".
Pero, cuando pronunciamos la palabra hiato existe un dilema. La "i" cuando se une con una vocal abierta pronunciándose en la misma sílaba ya no es una "i", es una semiconsonante que se pronuncia como "y"; es decir, /yato/.
En otras palabras, si tenemos una palabra que empieza por una "y" o una "i" que se pronuncia como "y", no se puede poner la conjunción copulativa "e" sino "y".
Recordemos que la conjuncion copulativa "y" cuando antecede una palabra que empieza por una consonante o una semiconsonante (en este caso la "i" que forma un diptongo con la "a") se pronuncia como la vocal "i".
La Gramática como la Lengua es diacrónica, no es una ciencia exacta. En este caso, nos hemos valido de la Fonética para corregir este "error lingüístico".

El otro Borges: Alonso Quijano

I. El otro Borges: Alonso Quijano

I.1. La quijotización de Borges

Analizar la figura de Jorge Luis Borges independientemente de la literatura, el mundo de los libros y la biblioteca, sería un ejercicio vano e injusto. Dejar de lado su faceta literaria y centrarnos en los sucesos que le ocurrieron en su vida la podríamos considerar una marginación, otra más a la que llevaron a cabo el señor Cisneros y otros de su dogma.
Borges es sinónimo de literato, no de cualquier literato. Borges es un minero que penetró en los temas más misteriosos del ser humano como la muerte, la eternidad, la duración del infierno o el paraíso.
Borges es la metáfora del hombre en busca de los hombres que son al fin y al cabo el espejo de un solo hombre y la suma de ellos. Entre los hombres, está el Hombre en que nos miramos todos. Todos somos el infinito y cíclico sueño del Hombre. Todos somos aquel Hombre. El Hombre designado con diferentes e incontables nombres, nombres de distintas lenguas y culturas que festejan y conmemoran la muerte y la memoria viva del Hombre. El Hombre es el principio y también el fin de los hombres. Borges es uno de esos hombres. Borges es un hombre buscador de sus semejantes quien duda y con su duda hace dudar a los que no dudan. Borges es Borges.
Borges nació el 24 de agosto de 1899 en Buenos Aires. Creció en un hogar reinado por el bilingüismo ya que su abuela materna era inglesa y en Argentina se imponía hablar el castellano para que los europeos se integraran en la sociedad bonaerense.
Los antecedentes literarios de Borges los tuvo a una edad bastante precoz. Borges había dicho a su padre que quería ser escritor teniendo sólo 6 años aunque también con la voluntad de éste: “Mi padre hubiera querido ser escritor y no pudo […] yo iba a cumplir ese destino que le había sido negado”.
A los siete años, Borges escribió en inglés un resumen de la mitología griega. A los ocho, inspirado en un episodio del Quijote (que había leído en inglés), escribió La visera fatal. Y a los nueves años, traduciría del inglés a un castellano contemporáneo El príncipe feliz de Oscar Wilde.
Lo importante no es lo que escribió este Borges aún a los nueve años, sino lo que leyó para poder escribir en forma de narración su manera de criticar una obra.
Durante la Primera Guerra Mundial, Borges estudiaba su ciclo secundario en Ginebra donde frecuentó la lectura de los autores franceses, sobre todo, Hugo y Verlaine.
De regreso a Buenos Aires, después de su estancia en España y haber conocido al que sería su maestro por toda la vida, Rafael Cansinos-Asséns y adoptar el Ultraísmo en sus poemas, Borges inauguraría lo que sería el “Boom Borges” con su primer libro Fervor de Buenos Aires en 1923. Con este poemario, Borges se dio a conocer, sobre todo, entre los jóvenes que en él verían el nacimiento de un nuevo poeta.
Fervor de Buenos Aires resume los sentimientos que afloraron en el pecho de Borges cuando volvió a pisar su Argentina. Borges muestra su fervor lejos del patriotismo militar de los argentinos de los cuales uno fue su abuelo Francisco Borges:
Alto lo dejo en su épico universo
y casi no tocado por el verso.

En los años treinta, Borges se convierte en un escritor criollista, sintiendo su argentinidad, aunque a su manera. En esta época, leería el Martín Fierro de José Hernández y se convertiría en un enamoradizo de la poesía gauchesca y la narrativa regionalista argentina como Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes y Facundo de Faustino Sarmiento.
Con la muerte de su padre en 1938, Borges empezó a metamorfosearse. Meses después, en el mismo año, sufriría un accidente que casi le iba a costar la vida.
Cuando hemos elegido el titulo “La quijotización de Borges” no le hemos puesto a Borges una armas antiguas, un acartonado “pingo” y unas justificables y justificadas razones para salir al mundo derrotando injusticias y quebrantando lo inquebrantable. Borges era un hombre de letras:
Déjame, espada, usar contigo el arte;
yo, que no he merecido manejarte.

Monegal dice en Borges: una biografía literaria, en “El nacimiento de Borges” (p.389-97), que se empezó a ver a otro Borges tras su ceguera que venía arrastrando años atrás, a partir de 1955.
Nosotros, en cambio, negamos tal hecho. La palabra “nacimiento” significa la aparición de alguien o algo por primera vez aunque con la voluntad del Supremo. Más que un nacimiento, fue una quijotización; es decir, Borges se convirtió en lo que quería ser.
Sin embargo, la auténtica metamorfosis de Borges ocurrió a finales de 1938 cuando sufrió un aparatoso accidente subiendo unas escaleras.
Borges, a raíz de este desafortunado accidente, se convirtió en un escritor de cuentos y relatos fantásticos:
Tras el accidente Borges pasó a ser un escritor diferente, […], procuró hacer algo que no había hecho realmente antes […]. Literalmente se había quitado la máscara.

Borges incluso llegó a literaturizar aquel suceso en “El sur” perteneciente al libro Artificios incluido en Ficciones.
En “El sur” (p.205-16), el narrador nos cuenta que Juan Dahlmann, una tarde en los últimos días de febrero de 1939, había sido hospitalizado por un golpe que se había dado en la cabeza con una ventana abierta cuando subía las escaleras para recibir el libro de Las Mil y una noches que le habían mandado:
Dahlmann […] subió con apuro las escaleras; algo en la oscuridad le rozó la frente […]. La arista de un batiente recién pintado que alguien se olvidó de cerrar le había hecho esa herida.

Este suceso le dejará convaleciente y lejos de su mundo “racional”.
Juan Dahlmann llegará a maldecirse y lamentar el estado en que se hallaría:
[…] el sabor de todas las cosas era atroz […].
[…]
Se despertó con náuseas, vendado, en una celda que tenía algo de pozo, y en los días y noches que siguieron a la operación pudo entender que había estado, hasta entonces, en un arrabal del infierno.
[…]
En esos días, Dahlmann minuciosamente se odió; odió su identidad, sus necesidades corporales, su humillación, la barba que le erizaba la cara.

Juan Dahlmann recordará el libro de Las Mil y una noches que le transportará a otra realidad, a otra ficción, una realidad híper-ficcional que le introducirá en una pelea de la antigua usanza gaucha. El momento en que Juan Dahlmann es atacado por el adversario con un puñal, se despierta con la realidad de la aguja en su brazo.
Borges, en este fragmento, homenajea a Kafka, evocando la tragedia de Gregorio Samsa; y a Fuentes, solidarizándose con la agonía de Artemio Cruz.
Como mencionábamos anteriormente, Borges había escrito este cuento a raíz del suceso que le aconteció en 1938. Casi todo lo narrado es veraz. Juan Dahlmann es en suma Borges. La alusión a Las Mil y una noches es en resumen la nueva literatura que inauguraría Borges: La literatura fantástica (“El sur” es un cuento fantástico). La oscuridad es la ceguera que venía padeciendo.
No obstante, apreciamos una maestra ironía cuando en el pasaje final menciona la pelea y el mundo de los gauchos, dejando entrever el destino bélico que le fue vedado y que admiró en la manera de morir de su abuelo, el coronel Francisco Borges:
Lo dejo en el caballo, en esa hora
crepuscular en que buscó la muerte;
que de todas las horas de su suerte
ésta perdure, amarga y vencedora.

En “El otro” (p.07-19), perteneciente a El libro de arena, hallamos un curioso diálogo entre un profesor de unos 70 años que estaba descansando en un banco frente a un río, y de repente ante él divisa a alguien que al parecer es él, es él cuando era joven. Entre ellos surge un intercambio de palabras.
El anciano regresará en busca de su tiempo perdido cuando el joven le irá contando su vida. El anciano le profetizará algunos sucesos que le acaecerá a aquel joven cuando el anciano irá contando asimismo su vida.
Sin embargo, el joven desmentirá algunos datos y juicios que le proporcionará el anciano. El anciano descubre que aquel joven por el que sentía afecto y simpatía no es el joven que él había sido; y por lo consiguiente, el joven no será nunca el anciano que está ante él, no se sentará en un banco donde él está sentado ni tampoco dialogará de la misma manera con la está dialogando ahora el anciano. Los dos son tan semejantes y tan diferentes. Los dos son aparentemente semejantes y diferentes: “El hombre de ayer no es el hombre de hoy”. Borges entendió que no podían entenderse aquellos dos Borges.
Borges elaboró un desdoblamiento en su persona, a través de su imagen y su “anti-imagen” realizó la fórmula del otro: “Mi deber era conseguir que los interlocutores fueran lo bastante distintos para ser dos y lo bastante parecidos para ser uno”.
Borges nos recuerda a Cervantes en el prólogo de la primera parte del Quijote cuando se refiere al amigo que le rindió visita; pero, Borges es más intimista y subjetivo. Se aprecia, incluso, a un Borges renegado de sí mismo, del Borges que era y que es el resultado del Borges que es.
Borges trataba ambiciosa e inútilmente de no ser Borges, de no ser él (de ser otro). No obstante, percibimos como una especie de reconciliación entre Borges y aquel joven, una sumisión al anciano Borges, a Borges. Se evoca la metamorfosis de Gregorio Samsa cuando se desdobla en otro Borges.
El joven Borges es el espejo, un espejo en el que Borges se mira y se estrella.
En El hacedor (obra de verso y prosa), en cambio, vemos desplegadas aún más sus técnicas, artificios y artimañas.
En “Borges y yo” (p.61-62), por ejemplo, apreciamos la inclusión de Borges como personaje en el texto literario. Borges hace que su personaje (él mismo) se desdoble en dos personajes parecidos a “El otro” en El libro de arena.
La escisión borgiana se manifiesta como enmascaramiento de su yo y como intención de confundir al lector, no de aclarar o compartir sus dudas.
Borges, en este poema, evoca así a Whitman (al que leía bastante), sobre todo, en el tema de la conjugación del escritor en autor, personaje y lector del texto literario.
Citaremos estos versos del poeta norteamericano (Walt Whitman) en su ingenioso poemario, Hojas de hierba, para argumentar dicha multiplicación:
Me celebro a mí mismo,
y cuando asumo tú lo asumirás,
porque cada átomo que me pertenece, te pertenece también a ti.

Si Cervantes empleaba la técnica de la polionomasia en el Quijote (Quijana, Quesada, Quejana, Alonso Quijano, Don Quijote/ Dulcinea, Aldonza Lorenzo/ Fritón, Festón, Muñatón/ Sancho Panza, Sancho Zancas…) e incluir a Benengeli en la supuesta autoría del original. Borges llevaría a cabo el desdoblamiento de su yo en un Borges que escribe y que es asimismo el personaje del texto literario y otro que es el otro, su alter-ego.
El texto termina con la famosa y ambigua frase: “No sé cuál de los dos escribe esta página”.
El mismo desdoblamiento hallamos en “Poema de los dones” (p.63-65) cuando leemos:
¿Cuál de los dos escribe este poema
de un yo plural y de una sola sombra?

Después, al final del poema, Borges juega a ser Groussac, o más bien, el otro que menciona Borges juega a ser (es) Groussac:
Groussac o Borges, miro este querido
mundo que se deforma y que se apaga
en una pálida ceniza vaga
que se parece al sueño y al olvido.

Borges, jugando a ser otros en los que veía su reflejo, despojándose de su identidad, incluyéndose como protagonista de su misma producción literaria, llegó a teatralizar su singular mundo onírico de metamorfosis y duplicaciones que al fin y al cabo fue el sueño de uno que habitará la memoria de todos y de cada uno de nosotros y de ustedes.


I.2. El onírico Oriente de Borges

En “Historia de los dos que soñaron” (p.115-117) perteneciente al libro Historia universal de la infamia, se narra la historia de un hombre de El Cairo que había soñado a otro hombre que le decía que fuera a Isfahán donde hallaría una fortuna.
El hombre hace caso y emprende su viaje donde llega cansado cayendo rendido al sueño junto al patio de una mezquita. Los guardias acuden porque unos ladrones han atravesado la mezquita y se llevan al hombre de El Cairo.
El capitán lo interroga y se sorprende por las razones que le da el hombre del Cairo acerca de la causalidad de su viaje.
El capitán le dice que él también había soñado “una casa en la ciudad de El Cairo en cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una fuente, y bajo la fuente un tesoro” y le paga su viaje de vuelta.
El hombre de El Cairo, estupefacto, reconoce en el sueño del capitán su propia casa y debajo de la fuente de su jardín encuentra, efectivamente, el tesoro.
Creemos que este sueño dentro de otro debió de llamarse “Historia de los dos que se soñaron” en vez de “Historia de los dos que soñaron” porque los dos hombres (el hombre de El Cairo y el capitán) se sueñan a sí mismos dentro del sueño del otro. Cada uno es espejo en la mirada del otro.
En “Los dos reyes y los dos laberintos” (p.157-58), en El Aleph, Borges cuenta que un rey de Babilonia hizo penetrar a un rey de Arabia (cuando éste vino a su corte) en un laberinto (construido por arquitectos y magos según las órdenes del rey de Babilonia) donde se perdió hasta llegada la tarde. El rey árabe pide ayuda
a Dios y da por fin con la puerta.
El rey de Arabia, colérico, jura venganza y arrasa toda Babilonia con sus castillos y sus gentes, tomando como rehén al rey de Babilonia.
El rey de Arabia, cumpliendo su promesa, lo abandona en el desierto donde moriría de sed y hambre:
¡Oh, rey del tiempo y substancia y cifra del siglo!, en Babilonia me quisiste perder en un laberinto de bronce con muchas escaleras, puertas y muros; ahora el Poderoso ha tenido a bien que te muestre el mío, donde no hay escaleras que subir, ni puertas que forzar, ni fatigosas galerías que recorrer, ni muros que te veden el paso.

No obstante, existe una antagónica versión acerca de la supuesta muerte del rey de Babilonia.
En el libro El hacedor, en el poema “Los Borges” cuyos dos versos últimos dicen lo siguiente:
[…] el rey que en el místico desierto
se perdió y el que jura que no ha muerto.

se deja entrever que aquel rey de Babilonia no murió en el desierto y se desconoce todavía donde está.
Una prueba puede apoyar nuestra justificación y es que El Aleph vio la luz en 1949 y El hacedor en 1960; es decir, el rey al que hace mención Borges en el penúltimo verso de “Los Borges” es aquel rey de Babilonia quien fue arrojado al desierto.

Acerca del cuento “los dos reyes y los dos laberintos”. Agheana afirma que:
El rey de Babilonia, intentando construir el marco conceptual que consiga la confusión y la maravilla, cree aproximarse a Dios, ser como Dios. […]. Al confundir a los hombres (el rey de Arabia) quiere confundirse con Dios.

El hecho de que Borges (disfrazado del rey de Arabia) haya castigado al rey de Babilonia con la muerte en El Aleph y más tarde con la perdición en El hacedor deja claro que Borges, asimismo, se iguala, o, cree igualarse, con Dios (hablando del castigo).

I.3. Borges y el héroe cervantino

Si el Quijote resume la interpretación cervantina de los libros de caballería y simboliza la crítica y la reestructuración de los mismos, la producción literaria (creativa y crítica) de Borges sintetiza la enorme labor borgiana de la lectura y la reescritura de las obras literarias.
Cervantes reiteraba, a diestra y siniestra, que había escrito el Quijote para sepultar el mundo de la caballería. Sin embargo, en el primer capítulo nos encontramos con Alonso Quijano anclado en el aún vivo recuerdo de esos libros. Alonso Quijano se oponía al destino que Cervantes deseaba para esos libros.
Cervantes, paradójicamente, hacía renacer la orden caballeresca cada vez que Alonso Quijano jugaba a ser otro. Fueron tantas las veces que jugó el papel de otros hasta que el destino hizo que Don Quijote se fundiera en su ser y viceversa. Don Quijote encarnaría así la última generación del caballero andante y llevaría a cabo la postrera misión cervantina.
Pasaron casi tres siglos, y el sueño de Cervantes lo heredaría un escritor argentino del siglo XX.
Borges creó su universo en la biblioteca de su padre cuando aún era niño y “su hermana Norah lo recuerda siempre leyendo, tirado en el suelo boca abajo”.
Borges en una biblioteca se parecía a un niño frente a los dibujos animados. La biblioteca iluminaba a Borges, le proporcionaba cobijo y manutención espirituales y existenciales. La biblioteca era un asilo para el exilado Borges. Borges era Borges estando en la biblioteca y fuera de ella se convertía en ella. Borges era una biblioteca andante y aventurera.
Precisamente fue la biblioteca que lo dejó ciego. Para Borges era una tragicomedia empírea que otorgándole el amor que le tenía a los libros se le quedó con su vista:
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
[…]
De esta ciudad de libros hizo dueños
a unos ojos sin luz, que solo pueden
leer en las bibliotecas de los sueños
[…]

En los primeros versos, vemos a un Borges sumiso a la voluntad de Dios, no se rebela ante el Creador, se somete a su Grandeza como si de un personaje literario se tratase.
Borges, el “guerrero” Borges, así dibujaba su mundo, un mundo laureado de galerías e infinitos manuscritos. No obstante, el campo de batalla le era prohibido pisar, le causaba temor y cobardía. En este caso no fue la manquedad que le impidió compartir el destino de su abuelo, sino que batallaba ante la benévola brujería de los libros, en su mayúscula voluntad cabalgaba e iba conquistando los cenizos libros que él se ocuparía de sublimar.
Borges amaba también la caballería, pero la de Buenos Aires:
A Borges siempre le interesó y le inquietó el tema de las armas; en algún momento de su obra señala incluso la admiración que en todo momento sintió por los hombres de armas […] los gauchos, los cuchilleros del arrabal […].

Borges incluyó ese mundo gauchesco en “El sur” cuando a la hora en que iban a meterle una aguja en el brazo, imaginaba una pelea de cuchilleros de los cuales uno era él. Borges jugaba a ser gaucho, soñaba que era Francisco Borges.
En “El sur”, por ejemplo, nos permite apreciar cómo admiró Las Mil y una noches y cómo la lectura de dicha obra había sido decisiva para que se olvidara (aunque fuera por un instante fugaz) de su convalecencia. La memoria de Borges y el recuerdo de la lectura de las obras opacaban su ceguera. Borges era Borges gracias a los libros. Fue forjado por las obras que leyó el otro Borges, el Borges que soñaba ser su padre.
Borges no cesaba de vivificar sus épocas de vívida lectura. La inclusión de los libros en “El sur” demuestra la capacidad que tenía a la hora de criticar una obra elaborando una creación literaria. En muchas de sus narraciones fantásticas, jugaba una y otra vez a ser Avellaneda; es decir, mixtificaba los sucesos, cambiaba los verdaderos datos de una obra leída, confundiendo al lector para que éste intervenga a su vez en la labor de la reedificación del texto y así hasta el infinito.
Quién iba a decir que Borges iba a convertirse en otro personaje cervantino. Quién iba a decir que Cervantes, después de tres siglos, iba a reclutar a otro personaje e incluirlo en su Quijote. Cervantes no solamente consiguió que Alonso Quijano soñara con ser Don Quijote, sino que todos, al leer la historia, estuviéramos jugando a ser Alonso Quijano.
Cada vez que uno abrir un libro, cada uno al estar acorralado por los pasajes de una obra, se convierte en Alonso Quijano.
Quién iba a decir que Alonso Quijano, el verdadero héroe cervantino, iba a ser en realidad, el escritor argentino Jorge Luis Borges.

dimanche 4 avril 2010

Rulfo y su obra.

Pedro Páramo, y, sobre todo, El llano en llamas es el canto a la tierra, a la vida y la muerte. La vida y la muerte son dos caras de la misma moneda en la cultura y la historia mexicanas. Pedro Páramo no sólo habla del pueblo mexicano, sino que culpa la ingenuidad de éste por la miseria de su destino y el de México.
Rulfo critica duramente la Iglesia, aunque de manera implícita, a través de sus pasajes en los que juega a ser Antonio Machado, donde los Campos de Castilla son el llano, son Comala, son México (en sus distintas etapas históricas y culturales) y Latinoamérica en general.
Rulfo me hace recordar a la literatura indigenista (ya que es una rama de la literatura neo-indigenista) en que Ciro Alegria (uno de los escritores más representativos de la literatura indigenista) afirmó con el título de su obra que "El mundo es ancho y ajeno", el mundo; es decir, la tierra, la hacienda, el hogar.
Juan Rulfo, que conoció el éxito con la publicación de solo dos libros que apenas llegan a las 250 páginas, universaliza la soledad mexicana de la que habló y santificó Octavio Paz en El laberinto de la soledad.
Rulfo muestra, y con esta obra demuestra, que no solo México, sino que toda Latinoamérica no se recuperó, todavía, del duro varapalo que supuso la invasión de los primeros europeos que llegaron al "Nuevo Mundo".

La expulsión de los moriscos, memoria de un pueblo olvidado

Creo que para hablar de los moriscos, o los judíos (hablo de los moriscos y los judíos que fueron expulsados de la península), antes hay que retroceder en el tiempo justo en 1492.
Con la toma de Granada por los Reyes Católicos, comienza la extensión territorial sobre todo por parte de la corona de Castilla que se vería reforzada con el casamiento de Isabel y Fernando en 1469.
Isabel quería una España unificada religiosa y territorialmente. No iba a asimilar otra invasión foránea. La expulsión judía en 1492 fue un paso importante en ese aspecto puesto que los judíos eran muy mal vistos sobre todo porque fueron los causantes de la entrada musulmana en la época visigótica y controlaban la economía del país.
España, después de esta expulsión, se vio mermada económicamente hablando y puso toda su confianza en los viajes de Colón (un supuesto no-católico según algunas fuentes).
Con el reinado de Carlos V, ya España es un imperio. Hereda de sus abuelos maternos (los padres de Juana la Loca que fueron Los Reyes Católicos) la corona de Castilla que también poseía las nuevas posiciones ultramarinas en el Nuevo Mundo recién “descubierto” además de Canarias y la corona de Aragón que a su vez tenía en sus manos Sicilia y Nápoles. Y de sus abuelos paternos (los padres de Felipe el hermoso que fueron Maximiliano I de Austria y María de Borgoña) hereda los Países Bajos y los territorios austriacos.
España conocería su máximo esplendor en la época de Felipe II que heredaría Portugal e Inglaterra además de los ya citados como herencia que le dejó Carlos V.
Como todos sabemos, cada imperio tiene su auge como su declive. España aún siendo ese majestuoso imperio pasaba por muchos problemas (ya hablé de ello en el post: La profecía de Cervantes acerca de 1898).
España en la época del Siglo de Oro estaba acorralada por diferentes lados. Por el norte estaba Inglaterra que con sus estrategias marítimas llegó a derrotar aquella Armada Invencible en 1588. Por el noreste estaban los reformistas en Flandes que reivindicaban sus derechos y estaban en contra de la Iglesia Católica Romana. Estaban, también, los turcos que eran una amenaza constante en el Mediterráneo y a pesar de la derrota en Lepanto en 1571 eso no frustró las ansias otomanas. Los otomanos se reivindicarían con la toma de Chipre y Túnez aliándose con los berberiscos y concretamente con Argel gobernada por Barbarroja.
Los otomanos no solamente tenían apoyo de Argel, Francia (aunque secretamente) y la dinastía Saadi en Marruecos, sino también la de los moriscos.
Es ahí el problema. Los moriscos que antes eran vistos como falsos cristianos por practicar en secreto la ley mahometana eran vistos, sobre todo, después de la revuelta de Las Alpujarras con la ayuda de los turcos, como enemigos de España.
Cervantes en los capítulos 39-41 en la primera parte del Quijote se muestra curiosamente en contra de esta expulsión, incluso se compadece de aquellos moriscos que dejaron todas sus pertenencias y se fueron al norte de África como Alemania con el único anhelo de volver (la Llave morisca).
Yo, al menos, puedo entender que España no podía dejar que los moriscos, con la ayuda de los turcos y Berbería, volvieran a retomar sus tierras. Las novelas moriscas son, en parte, esa reivindicación de los derechos como lo son así la de los indígenas americanos en la literatura indigenista y neo-indigenista.
El tema es muy interesante y delicado para resumirlo así brevemente.
Espero haber sido de provecho para la finalidad real de esta exposición que dará siempre de qué hablar.

samedi 3 avril 2010

El camino del tehuelche

El camino del tehuelche


Grita, Quetzalcóatl, ruge, aúlla,

que de Oriente vengo a resucitarte,


espérame allá, joven tolteca bravo,

donde se esconde el férreo sol,


la cuna tuya que es

Chichén Itzá, Tenochtitlán, Teotihuacán…


Calafia, Esplandián y su estandarte

que el mío lo traigo pujante y lozano.


Grita, valeroso reptil inmortal

y traga este suspiro


que hacia ti viene rendido.

Un año junto a ti

Un año junto a ti




Éste es el transcurrir del año junto a ti:
Yo llevo el estandarte y guío a las bestias,
tú das los consejos que todo hombre necesita.
Yo sólo soy un renegado de mí mismo,
ojos de espada,
voz de río,
brazos de fierro,
manos de manzana,
soy apenas el grano sujetado por tu herbácea superficie,
esporádica pertenencia,
camino nacáreo,
espasmódica catarata
lloviendo a contracorriente esperando
el poniente;
tú, en quien rememoro mis primeras conquistas,
cruzo cual si navegara el Bósforo
sin pontazgo ni brújula,
sin pudor ni malicia,
relinchando,
suspirando,
agonizando,
y relinchando otra vez
y otra y otra,
callando
entre las estrellas la brisa y tus rodillas,
estrellándonos
como el gorjeo de la primera ola matutina,
como dos trompetas,
hallándonos la luz del día
en la orilla de nuestra cama desnuda
rasguñados y débiles,
como dos cadáveres reciclados clonados renovados,
destellos de dos héroes caídos.

Mendigando tus ojos

Mendigando tus ojos





Como un semidiós, pseudo-dios, un crucero
derrotado,
buscando atracar tu universo
en parálisis.
El reloj de arena, con su guillotina, promulga
cualquier gorjeo,
algún pálido síntoma de revuelta
ante el vasallaje.
En la plaza, junto a un banco, mendigo
perdón,
un déjà vu que nunca se clona,
tus ojos.
Me leo, me escucho y, maniatado, dormito
en busca de tu bahía
en que Penélope me eres; y en tu voz,
soy Huidobro.

En etapa semi-embrión

En etapa semi-embrión




Hoy, yéndome a mi abismo, a la comunión ante los ojos de nadie.
Ante mí, las casas, con sus legendarios miembros, tan cansadas como yo.
De los árboles se derramaban gorjeos y misericordia por donde caminaba,
por donde, hoy, todavía, camino.
Desfilaba un ejército de animales que reivindicaban su presencia, su yo estoy entonces yo existo.
Al trote, como un caballo acartonado, inhóspito, de papel, seguía yendo, cumpliendo con los rituales.
Los coches esquiaban desapercibidos, tímidos como hormigas y se escapaban entre la tiniebla.
Alguien me había parado por el camino, preguntándome por la hora; no obstante, no pude interpretar esos mundos.
Nadie lograba dar con la mitología que conducía a mí ni a mi cosmogónico pseudo-alter ego.
De repente, petrificado como Apolo vi un reflejo de un retrato ante el espejo que decía saber de mí y nos pusimos a conversar.
Llegamos a la conclusión de que estaba tan cansado y empezaba a delirar.
Me propuso ocupar mi lugar.
(Yo creo que seguirá esperando mi respuesta mientras continúe vigente la tradición.)

La mujer y la idea de lo femenino

Seguramente hay una opuesta andadura de la figura femenina: la historia y la literatura.

Empezando por la historia, recordamos a la mujer como un objeto mercantil, algo que se heredaba cuando su marido moría. En la comunidad árabe preislámica, el padre cuando se le nacía una niña, pues la enterraba viva, era una maldición en esa época: una deshonra. Curiosamente, la deshonra de la violación de la hija del gobernador de Ceuta, había provocado la entrada de los "mauros tingitanos" a Hispania. La compañera de Moctezuma provocó la caída del imperio azteca y es llamada por Paz "La Malinche" (llamar a alguien "hijo de la malinche" es sinónimo a lo que llamamos hoy hijo de p--a). La Malinche hoy en día, curiosamente, es "la Virgen de Guadalupe".

La literatura se ha ocupado de realizar una especie de reconciliación con la imagen femenina, un lavado de imagen. Todos los poetas románticos se han empleado a fondo en endiosar las cualidades de la mujer que en la historia había provocado la más que cuestionada "caza de brujas". Recordemos al Sultán Shahrayar que veía en todas las mujeres la imagen de aquella mujer infiel, Sherazade rescataría de esa sanguinaria costumbre a las demás mujeres del Imperio.
Recuerdo a Dulcinea del Toboso, la imagen de aquella cuidadora de puercos llamada Aldonza Lorenzo, esa aldeana torpe y vulgar que en los ojos de Don Quijote era la sin par Dulcinea del Toboso, la Emperatriz de Trepisonda según Benengeli.

Hoy, la mujer, con las estadísticas de los anti-machistas, las campañas políticas se han vuelto harto feministas.

Tendremos que esperar milenios para ver a mujeres endiosando la imagen del hombre (desconozco el adjetivo que deriva del macho y no sea "machista"; es decir, opresor de la imagen de la mujer).