Pasajero deseo
No niegues que tu dócil boca al chocarse
con la mía marchita, placer fue, en un lábil ósculo.
No digas que violencia existió al estrellarse
esos diminutos trozos de carne en un deseo minúsculo.
No oses bautizar de profana mi boca inmaculada
que nada tuvo que ver con el delito mayúsculo
de ser posesa por mi lacia y noctívaga alma enamorada.
Se vuelve insoportable el eternal esperar, rudo,
de retornar entera y adamantina a tu jovial nido,
rejuvenecida, fértil y viva, entregándome el infinito.
Mehdi Mesmoudi Padinha
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