dimanche 31 mai 2009

Borges y las coplas

Borges y las coplas

 

     El propio maestro argentino relata esta anécdota:

 

Había una persona de Pehuajó que ya me traía harto. Entonces yo le pregunté si él conocía aquella famosa copla de Pehuajó y se la recité mientras la inventaba:

 

“En el medio de la plaza

del pueblo de Pehuajó”

 

(Observa la aliteración: plaza, pueblo, Pehuajó, que se repite en el último verso)

 

“En medio de la plaza

del pueblo de Pehuajó

hay un cartel que dice:

la puta que te parió”.

 

¿Y sabés qué me contestó el hombre en cuestión? “sí, Borges, ya la conocía…”.[1]

 

 



[1] SANCHEZ FERRER, José Luis., El universo poético y narrativo de Jorge Luis Borges, Madrid, Anaya, 1992, p.45

mercredi 27 mai 2009

Yo maté y engendré a Borges

Yo maté y engendré a Borges

 

Me disculpé con Borges cuando estaba dictándome sus nuevos borradores y me levanté para abrir la ventana por el calor que hacía. Una semana después, me comunicaron que Borges estaba hospitalizado gravemente por un golpe que se había dado en la cabeza con una ventana. Hoy, alrededor de mi tumba en Ginebra, los que intentaban matarme, depositaban sus flores.

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

Piromanía intelectual

Piromanía intelectual



Yo he traducido aquellos cartapacios que Cervantes había comprado de un muchacho de Toledo. Aquel morisco aljamiado que acogió Don Miguel en su hacienda durante un mes y medio era Gerónimo de Rojas que yo mandé a la hoguera. Yo quemé la biblioteca de Granada y de Alonso Quijano. No entiendo por qué estoy tratando ambiciosa e inútilmente de aniquilar a Borges.


Mehdi Mesmoudi Padinha

dimanche 24 mai 2009

Rendido a las órdenes y a las arenas

Rendido a las órdenes

Y a las arenas

 

     Un azote de pujante sol me despertó en las arenas de Argel cuando desembarcaban Moctezuma y Cleopatra al ritmo de tambores con unos documentos que Mehmet Dragut pudo reconocer como Las Capitulaciones de Otumba y Orán.

 

 Mehdi Mesmoudi Padinha

Como dos Ríos

Como dos Ríos

 

¡Te Adoro,

Bélgica!

 

Como el Bravo

y el Jordán

estamos hechos

de ti

de mí

de los dos

en ti

en mí

entre los dos

nuestros ojos

como cauces

donde nuestras bocas

son el afluente

de una sonora melodía

a contracorriente

y ahí donde el universo

es nosotros

donde todas las cosas

del mundo

lleva nuestro nombre

bautizado

en las paredes

y tus uñas

en mi espalda arqueada

y las sudorosas sábanas

cuando el Bravo

y el Jordán

se unen


Mehdi Mesmoudi Padinha

 

mercredi 20 mai 2009

“Imaginando el pasado”

“Imaginando el pasado”

 

“Imaginar el pasado y recordar el futuro”

Carlos Fuentes, La muerte de Artemio Cruz

 

 

 

 

Allá a lo lejos

caminan mis antiguos amores

como espinosos espectros

por la esencia de una melodía

diciéndome siempre

y como siempre

que un día volverán

y yo esperando

tan cerca

del mar

a que una voz

o las olas bravas

golpeen de una vez

estos recuerdos.

 

 

 

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

Re-escribiendo el mismo poema

 

Re-escribiendo el mismo poema

 

 

     Envuelto en tierra tártara me desperté, después de haber visto una lejana sombra que venía de Occidente con un libro abierto entre las dos grises manos. Abrí los ojos (creyendo haberlos abierto), y al final del poema estaba el nombre de Coleridge llevando mi atuendo y mi ánima en la regia corte de Kublai Khan.

 

 

 Mehdi Mesmoudi Padinha

 

lundi 18 mai 2009

Yo no soy yo

 

Yo no soy yo

 

A mi “yo”

 

 

Imaginen una casa

con sus ventanas abiertas,

los grifos abiertos,

el fuerte viento que sopla dentro de esa casa,

las hojas arrancadas del escritorio

volando como libertinas mariposas

y un cuerpo de alguien,

ocurre que ese alguien es alguien

que se sienta en el mismo escritorio que yo,

que escribe las mismas pavadas que yo,

que siente miedo y añoranza como yo,

que llora tanto como un niño y es un niño como yo;

y lo extraño,

lo más extraño

 es que cuando me quieren llamar

se equivocan de nombre.

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

Cuando digo me muero por vos

Cuando digo me muero por vos

 

 

A Calafia

mi amor

 

 

Me muero por vos.

Cuando digo esta expresión

es que de verdad me muero por vos

con todas las faltas ortográficas y sintácticas que podrían surgir,

con todo el desorden nacional, o internacional, que podría causar mi expresión

(robos a mano armada, saqueos, raptos, asesinatos en masa, violaciones…),

con toda la indiferencia, o hasta llegado al insulto, que podría incitar mi manera de decir las [cosas.

Pero, la verdad es que me muero por vos

siendo yo el unánime portavoz de todo mi cuerpo

y el lucífero confidente de mi alma tuya.

Cuando digo me muero por vos

también pienso en las turbaciones que podrían sufrir mis pulsaciones

al llegar a decir me muero por vos,

que llegado un momento alguien con un bisturí, o con preguntas,

me exorcizaría el me muero por vos para descifrar, o al menos, analizar

(si es que llega a hacerlo)

el causante de ese me muero por vos,

que alguna agonía, o algunas, podría sufrir

al sentir en mis labios el me muero por vos

(ahora que pienso un poco

me he dado cuenta de que me han irrumpido tantas agonías).

Al decirte me muero por vos

sé que me acusarán de fingir como si fuera alguien de un lupanar,

de ser un cliente fijo en algunos bares,

o ser un marica tirándome al barman,

de ser un íntimo amigo de Onetti, Verlaine, Hemingway, Rimbaud o Bukowski,

o de emborracharme con tanto leer a Neruda o a Bécquer.

En realidad, voy a decir lo que dijo Sábato en El Túnel,

me importa un bledo lo que digan de mí,

no tengo por qué dar explicaciones a nadie,

de llenarme tanto la boca con tantas y tantas justificaciones.

Cuando digo me muero por vos,

cuando te digo, amor mío, que me muero por vos

es que me muero por vos.

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

…como un caballo de Siria

 

…como un caballo de Siria

 

 

A Pablo Neruda

 

 

Vos necesitás (dijistes) un relámpago de fulgor persistente,

un deudo festival que asuma tus herencias.

Yo tan sólo necesito algo con que poder mi nombre sostener

cual si fuera una daga o un verso de Quevedo,

llevarlo a hombros de un lugar a otro cual si fuera Sísifo,

protegerlo de los huracanes y los ciclones,

ocultarlo en lo más hondo de un ser

(tal vez en alguna rima de Bécquer),

esconderlo en una cueva donde no alcancen los rumores ni los escupitajos

hasta que pase la tormenta.

Y después, brillar harto áureo como un aljófar,

como la albina sombra de una esfinge,

siendo el fulgor de un Fénix jamás visto,

harto fulgurante

cual un collar en una mujer,

harto ligero

como un caballo de Siria.  

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

dimanche 17 mai 2009

Pasajero deseo

 

Pasajero deseo

 

 

 

No niegues que tu dócil boca al chocarse

con la mía marchita, placer fue, en un lábil ósculo.

No digas que violencia existió al estrellarse

esos diminutos trozos de carne en un deseo minúsculo.

 

 

 

No oses bautizar de profana mi boca inmaculada

que nada tuvo que ver con el delito mayúsculo

de ser posesa por mi lacia y noctívaga alma enamorada.

Se vuelve insoportable el eternal esperar, rudo,

 

 

 

de retornar entera y adamantina a tu jovial nido,

rejuvenecida, fértil y viva, entregándome el infinito.

 

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

Poesía que soy y no tengo

 

Poesía que soy y no tengo

 

 

 

 

Ligeramente lloré (cuando vi que pusiste,

mi Maestro sin par Borges), “la rosa es sin porqué,

florece porque florece”. Cual Jafez volé,

“mi polvo será lo que soy”.

 

 

 

Diosas, baladíes palabras mías,

no me juzguéis como un creador

sino como un hombre

a quien ha destrozado la poesía.

 

 

 

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

Mundanalmente celeste

 Mundanalmente celeste

 

 

¡Te Adoro, Bélgica!

De tu mundo

remoto

Sherazade

curandera

fuente

bendita

me forjaste

como ojo

como espada

como catleya

como agua

como vida

 

 

Como nada

con una catleya

y una vida

como catleya

entré

en tu mundo

 

 

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

La voz del almuédano

La voz del almuédano

 

 

¡Te Adoro, Bélgica!

 

 

Lejos quedará la voz del almuédano

que en los amaneceres (puede ser éste

el último), aún no lozanos, soplan

en mi polvorienta memoria. Los cánticos

serenos que invocan a la plenitud. El laúd

sin acorde que deja su rostro. El rastro

de los que tejieron las mohalacas. El zéjel

que puede ser esto que escribo; una lira

que aún percibe mis sentidos, es aquella voz

del almuédano en algún lejano, o cercano ,alminar. La luz

que me azota será opaca cuando todo, yo mismo,

se tiña de otra esencia. El decoroso alud

será la voz que me abrase. El almuédano

dejará de existir (no porque deje de creer en él). El laúd

dejará de ser laúd y serás tú. La voz serás

tú que me despierte. Los cánticos serán tus enmudecidos

besos que serán el alba negruzca de las sábanas. Tú

a quien invoco sin estar en una torre. Aquí

yazco porque existo (o creo existir), porque

me crees, porque crees en mí, porque

crees en mis palabras. Las palabras que yo

creo (estando contigo) haciendo de almuédano

en el jovial céfiro del alminar donde posa tu callada voz.

 

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

 

Cervantina suposición

Cervantina suposición

 

 

A Miguel de

Cervantes

 

 

A veces pienso (o a menudo)

que tal vez las dos partes del Quijote

no fueran en verdad las aventuras de Don Quijote

sino más bien un libro,

un libro más en la biblioteca de Alonso Quijano.

 

 

 

Mehdi Mesmoudi Padinha

Borges me necesita

 

Borges me necesita

 

 

     La leyenda (y sólo Alá es la leyenda viva de todas las leyendas) cuenta que Emín Arsalán, un rey persa, había mandado a su visir Nisalmulmulk para que le trajera a un poeta juglar, un trovador como aquellos de la Península Ibérica antes de que Isabel y Fernando los apresaran como apresaron a Juana en la habitación de un castillo abandonado en las afueras de Nápoles.

Se dice que Emín Arsalán, un familiar de Selín “le magnifique”, que acababa de tomar Chipre, le habían regalado unas esclavas cristianas, se enamoró de una esclava cristiana.

El rey de Persia cuando fue a rendir honores al rey turco vencedor se le apareció como por arte de magia una de esas esclavas. Él creía que se trataba de Sherazade o Walada y se cayó encima de la alfombra rindiendo pleitesía a aquella mujer que altivamente lucía una áurea túnica rojinegra y unos adamantinos cabellos lacios.

Al galope, con su mejor caballo, harto ligero que Joyeuse, más rápido que Babieca, regresó Emín Arsalán a su alcázar en Ispahán.

Nadie alivió los males del califa. Ni Almutanabi, Abu Nawás ni Omar Jayám pudieron con el veneficio de la cautiva cristiana que tenía como nombre el de Beatrice d’Inferno.

El visir ofreció, entristecido, así su destino al sable de su rey. Emín Arsalán, a punto de cortarle la cabeza, escuchó una lejana melodía de un pastor. El rey, impaciente, le perdonó la vida de su visir y le ordenó que fuera y le trajera ese pastor a su corte. El visir juró no volver sin el pastor.

No supe lo que pasó después porque todo lo que he llegado a contar hasta ahora lo había escuchado de un mercader cuando venía de El Cairo. Llegando a Orán escuché:

“L’histoire du roi de l’Orient est très belle et intéressante, je vous recommande de l’acheter si vous voulez dormir en pleine paix.”

Me acerqué, temblando, a un hombre que decía saber francés y español, y le pregunté que qué había dicho aquel pregonero porque yo no entendía el francés, tan sólo lo hablaba.

Cuando me lo explicó, fui a donde estaba el mercader y le di todas las monedas de oro que en mi bolsa tenía porque no pude conseguir dos arrobas de pasas y dos fanegas de trigo.

El pregonero se esfumó con las monedas de oro y yo me quedé tan satisfecho con esa historia.

Abrí los cartapacios y sólo pude encontrar tres líneas divididas en dos secuencias separadas por un espacio en blanco. Estaban en árabe que yo desconocía. Le pagué a ese hombre, el que decía saber francés y castellano, con lo que tuve para que me lo tradujera al español porque al parecer recuerdo que él también hablaba árabe, pero no lo podía decir por lo del decreto de Cisneros.

Me fui corriendo, como así me aconsejó Leopoldo Lugones, como así se llamaba aquel traductor, para no despertar sospechas y me escondí en un rincón de la terraza de una mezquita y leí:

 

Así ha salvado la vida

Nisalmulmulk el capaz,

Porque al pastor de la copla

 

 

 

 

Nunca pudieron hallar

Con que, el visir que buscaba,

Tampoco volvió jamás.1

 

Cuando terminé de leer estos versos lo entendí todo y saqué unas conclusiones:

-          El visir emprendió su aventura (porque se alargó la búsqueda del pastor) y se dio cuenta después de que su nombre era Simbad.

-          El visir con tanto andar por el desierto olvidó ya el trayecto que había tomado el pastor y no pudo volver a la corte del rey porque sabía lo que le esperaba.

-          El visir jamás salió de la corte porque el rey estaba en un sueño profundo del que no podía despertar.

La última conclusión que me quedó es ésta y que considerarán válida:

-          Toda esta farsa no ocurrió nunca porque me tomé la osadía de leer a Lugones cuando éste, tratando de componer su Romancero, estaba leyendo Las Mil y una noches.

Que conste también que nunca estuve en Orán ni en El Cairo. Ahora que pienso un poco, no sé qué demonios hago en un palacio con una espada esperando a mi visir.

 

[1]

 Mehdi Mesmoudi Padinha

 



[1] LUGONES, Leopoldo, Romancero, Madrid, Espasa-Calpe, 1969., p.96