Hoy por fin, soy Jugador de ajedrez. Este Jugador es la antítesis del pequeño dios de Huidobro.
Hoy he comprendido la cita de Borges que cuenta que estando en el desierto había agarrado un puñado de arena cuando exclamó: "¡Estoy modificando el desierto!".
Pensando un poco en Lacan, si Borges se conformara sólo con contemplar ese paisaje que es el desierto, afirmaría lo mismo aunque con la cita, también, del desierto: "Estoy modificando a Borges".
Resulta chistoso este juego de percepciones. Resulta más chistoso, aún, el procedimiento que empleé para llegar a esta conclusión.
Por la mañana, como es costumbre (y como es mi costumbre), me preparo un té típico marroquí con hierbabuena. Como me dio flojera, no usé la cuchara para el azúcar y tuve que vertirlo poco a poco, según la lógica. No voy a entrar en ese laberinto de si el té recién elaborado y posteriormente el té al que se le agrega azúcar es el mismo o diferente. Esta vez, dejo en paz el río de Heráclito.
Conforme iba probando el té, me pareció falto de azúcar (Los marroquíes, como algunos orientales, prefieren el té tan dulce como la miel). La primera vez que lo probé, necesitaba azúcar y le fui agregando substancias como dos o tres veces.
El sabor iba endulzándose, el sabor iba cambiando, el té iba cambiando de sabor, iba cambiando el té, iba modificando el té.
Discúlpenme, pero ésta no es la cuestión que quería tratar en estos instantes.
El desierto, Borges, el té, el texto éste que escribo varían. La mano que lo mueve es estática e invariable. Por lo tanto, Dios existe y no hay necesidad de un golpe de estado a la vieja usanza oriental como el jaque mate.
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